viernes, 12 de abril de 2019

Comienza mi viaje

Vuelo, miro a las nubes y me siento más cerca del cielo, miro hacia adentro coloco los pies sobre el suelo, el mar esclarece lejano aquello que veo, mi misión se expande por todos y en todo y me veo, cuando te veo y sonrío porque lo que creo es que somos espejos de risas, sonrisas son lisas, rodeo como el agua a la roca por su paseo -fluvial- moldeo todo aquello que impide mi caminar y ya está, impedimentos mentales que me impedían brillar ya no están, empezamos de cero. Retomo la curiosidad, ganas de aprender, sin miedo a fallar, la creatividad no me asusta me lanzo hacia al mar de mis dudas pa poder despejar, miro hacia atrás solo para agradecer pues sé que mis pies están firmes y que no he de temer, la trivialidad, lo intemporal, el cambio inefable, lo inexplicable, ya sé que mi alma se expande y la tierra me apoya en este soñar. Gracias Padre, gracias Madre. Estoy preparado para caminar. Mis pies que van solos me invitan a que les siga, sin miedo, para descubrir nuevos parajes que no sabía que existían, variados sabores, mezcla de olores, tremendos colores, culturas ocultas, bellos animales, bailes ancestrales, ritos inmortales, hermanas y hermanos humanos con dones, fondo de los mares, con peces y algas marinas con flores, estrellados cielos, fuegos a montones, canciones que sanan, lenguajes y puestas de soles.

Ya no serán necesarias ni las pantallas, ni los aviones, ni las prisas ni los ordenadores. Regreso a la tierra ya que si todos somos uno, conocerla a ella es conocerme un poco más a mí mismo, si conozco a mis hermanas y hermanos, pierdo el miedo a lo distinto, porque si camino conectado recupero mi instinto y guiándome por mi intuición volveré a confiar en mí mismo.

Y no hay meta, ni comienzo ni fin, solo este instante en el que dejo que mis dedos se posen sobre el teclado de este aparato buscando la exacta palabra que encaje para así, liberar cargas viejas que dejen espacio a nuevas palabras que pueda escribir para ti. Para mí.

Comienza mi viaje.


lunes, 25 de marzo de 2019

¿Decidimos?

Es muy cómodo.

Es muy cómodo señalar, culpar al otro, proyectar aquello que más nos duele admitir en nosotros y afirmar convencidos: “No, no es mi responsabilidad”.Y es que parece que nunca es mi responsabilidad, que siempre hay otro a quien señalar.


Hoy, en la cocina del lugar donde estoy trabajando como voluntario, estaba a punto de tirar una fiambrera enorme de plástico, de esas que llaman “de usar y tirar” y aunque dentro de mí había una voz que me advertía: “eso va en contra de lo que estás sintiendo” trataba de auto engañarme pensando: “bueno, solo estoy cumpliendo órdenes, en una situación diferente, no lo haría así”. Es como si pensara que aquí yo no soy el que decide, y que por lo tanto, no soy el responsable de mis actos.

Tampoco es responsable entonces el trabajador que tira la basura al mar todas las noches, ya que así es como le enseñaron que se hacían las cosas en su empresa, ni tampoco lo es la trabajadora que tira cada día cajas enteras de comida en perfecto estado a la basura ya que tan solo sigue las políticas de la empresa.

Pareciera que no somos capaces de decidir y creernos eso nos resulta muy cómodo y a la vez nos exime de toda nuestra responsabilidad.

"Nunca es mi responsabilidad cuando actúo así, ya que solo estoy cumpliendo órdenes", o eso pensaba hasta hace un rato. Hasta que me he dado cuenta de que en el fondo sí que era 100% responsable de contribuir con algo que va en contra de mi sentir y el de muchos. En ese momento es cuando he reconocido mi propio poder y mi mayor libertad que es la de decidir en cada momento qué es lo que quiero hacer en mi vida, con qué quiero contribuir, qué quiero crear y qué comportamientos quiero apoyar.

Cuánto miedo nos da reconocerlo, cuánto miedo nos da ser conscientes de nuestra libertad y nuestra capacidad de decidir.

Y perdonen, pero en ese instante no era Rajoy, ni Trump ni cualquiera de esas empresas que tiran plásticos al mar y las que tanto nos gusta culpar la que estaba en mi cocina decidiendo, no. Tan solo estábamos yo y mis decisiones.

Es muy cómodo pensar que no se puede hacer nada, que las cosas siempre se han hecho así. También es cierto que muchas veces –y esto es lo que más me duele- es el miedo el que acaba tomando una decisión contraria a lo que sentimos; Miedo a que me echen del trabajo, a que se rían de mí, al rechazo, a que me consideren el rarito/a, etc.

Ya está bien. Ya está bien.

Dejemos de compartir por Facebook lo mal que van las cosas y hagamos algo al respecto.
Yo soy tan responsable como aquel al que señalo por lo que no me gusta. Y sé que admitirlo es algo doloroso, aunque también liberador.

Quizás, el primer paso sea perdonarnos, comprender que hasta ahora no hemos sabido hacerlo mejor, deshacer la culpa, entender que después de todo somos inocentes y desde el amor empezar a transformar nuestra vida y nuestro mundo a través de nuestras decisiones. Paso a paso, hasta en lo más sutil.

No hay más, solo nos falta recordar, a cada instante, que somos libres. Libres de decidir en cada momento. Tomar consciencia de que tenemos la fuerza necesaria para elegir hacer lo que sentimos adentro.

Lo que veo fuera, está dentro.

¿Decidimos?

Mucho amor ❤

EGP 

domingo, 10 de marzo de 2019

Lo que piensen de mí


Me importa demasiado lo que los demás piensen de mí. De hecho, diría que condiciona mi vida más de lo que me gustaría imaginar. Siempre ha sido así.

Recuerdo que de pequeño solía volver a casa llorando cuando salía del peluquero porque no me gustaba cómo me había dejado; pero sobre todo, le tenía miedo al rechazo que mi nuevo corte pudiera generar entre mis compañeros de clase.

Por otra parte, solo me sentía guapo, o a gusto conmigo mismo cuando otras personas me lo reforzaban. De no ser así, solía ser bastante duro conmigo mismo.

He vivido odiando la imagen que tenía durante la mayor parte de mi vida. Demasiado rellenito, demasiado bajo, demasiada cara de niño (bueno), demasiado poco rebelde.

Sin embargo, ahora miro esas fotos de nuevo y no entiendo cómo pude ser tan duro conmigo mismo. Veo la belleza en los ojos de ese niño, lo perdono y lo amo. Es pura inocencia, es puro amor. No hay nada malo en él al igual que no lo hay ahora.

No conozco la fórmula para dejar de depender tanto de lo que pensáis de mí, no sé cómo dejar de evaluar mi trabajo en base a vuestros likes y comentarios. Y es que este es un arma de doble filo que no termino de dominar. 

Ya es hora de parar, de dejar de mirar tanto afuera para empezar a mirarse a uno mismo. De construir juntas, de caminar lento. 

Seguimos 

Gracias a tod@s por estar ahí  

Peter Slow 




miércoles, 6 de marzo de 2019

Esforzarse por ser buena persona

¿Os imagináis que creciéramos negando, castigando, proyectando o sintiendo vergüenza de una parte de nosotros?

Bueno, eso es básicamente lo que hacemos con nuestro ego y es de hecho uno de los mecanismos que tiene para sobrevivir.

Si no llegamos a conocer algo seremos incapaces de aceptarlo y sin aceptación no hay transformación.

Es por ello que no tiene sentido aquello de "esforzarse por ser una buena persona" que podríamos traducir por "negar y esconder mis instintos más oscuros por miedo a que piensen que no soy bueno".

Todo es mucho más simple (o más complejo).

A medida que vayamos desnudándonos y aceptando aquellas partes de nosotros que no nos gustan: al egoísta, el manipulador, el castigador... Empezaremos a perdonarlas, comprendiendo que todas ellas son conductas que nacen del miedo y la falta de amor. Así, poco a poco, nos iremos librando de la necesidad de juzgar y proyectar en el otro aquello que no nos gusta de nosotros.

¿Somos conscientes del rechazo que implica el deseo de querer ser mejores personas? No tiene sentido. Es un bucle infinito en el que podemos vernos enredados toda la vida. ¿Acaso creemos que cuando consigamos hacer todo aquello que nos hemos propuesto para ser una persona mejor, la lista acabaría y nos sentiríamos en paz?

Respira, estás vivo.

La respuesta está aquí.

Seguimos aprendiendo

Seguimos caminando

Seguimos conociendo

(No me crean, por favor)

Mucho amor ❤

EGP


martes, 29 de enero de 2019

Hermano, hermana: te necesito

Hermano, hermana: te necesito. Necesito encontrarme en tu mirada para reconocer que no somos tan distintos. Necesito darme cuenta de que tus logros son los míos, de que la tierra que pisamos es la misma, de que anhelamos la misma paz, de que, en el fondo, buscamos lo mismo.
Te necesito, para volver a creer en mí, para disolver el ego y entender que lo que hacemos tiene un propósito con mucho más sentido, que nos supera y nos sostiene al mismo tiempo. Hagamos la revolución una vez más, demostrando que es falso lo que nos quieren hacer creer en los telediarios, que el amor impulsa a la vida, que el apoyo es necesario, que en el fondo somos hermanos. Las hormigas cooperan en armonía para construir su mundo, así como las abejas se comunican para armar el suyo. ¿Quién nos dijo que teníamos que seguir haciendo siempre lo mismo? ¿Os imagináis el potencial que podríamos alcanzar si pusiéramos nuestros pensamientos al servicio de la vida, si nos olvidáramos de etiquetas, de razas, de jerarquías y entendiéramos que lo que nos une es mucho mayor que lo que nos distancia? Que aquí, y ahora no tenemos nada que temer, nada que esconder, nada que arreglar; tan solo atendernos, escuchar al corazón y desde ese espacio dejar que surja la magia. No estamos solos, la vida nos sostiene, al igual que al árbol que, sin hacer nada, crece y florece, o a los pájaros que surcan el cielo sin temer que algo les falta. Hermano, hermana, te necesito. Necesito saber que estás conmigo, que caminamos de la mano, que estamos unidos. Que vamos en el mismo barco, que de la misma madre somos hijos.

https://pixabay.com/es/puesta-del-sol-nubes-cielo-2570443/