Después de todo el tiempo que llevo viajando —que no es poco— me he dado cuenta de que nuestras mochilas o maletas no las llenamos de porsiacasos como defendería Luis Piedrahita en su magnífico monólogo sino que las llenamos de miedos y es que el miedo pesa mucho y cuesta cargar con él.
Yo no sé cómo me las apaño pero a pesar de proponérmelo una y otra vez siempre acabo cargando mucho más de lo que necesito. En este viaje al norte de España, a pesar de ser consciente de que en otras ocasiones he ido sobrecargado, he vuelto a llenar la mochila más de la cuenta y eso se puede traducir en una cosa y es que aún nos cuesta confiar en la vida.
Cuando caminé el Camino de Santiago, íba con lo justo, una mochila de apenas 7 kg para un mes entero y mucha confianza en que el camino me iba a proporcionar lo necesario y es que yendo con esa entrega nunca me faltó de nada, podía caminar ligero allá adonde quisera. Si confías todo llega.
Dejemos de cargar con tantas cosas innecesarias y abrámonos a vivir y a confiar en que allá adonde vayamos encontraremos lo que necesitamos, confiando en la vida, en la madre tierra que nos está sosteniendo a cada paso, en este instante, con gratitud.
Buen camino.