jueves, 16 de diciembre de 2010

LA HISTORIA DE UN HOMBRE CUALQUIERA- Carlos Álvarez Aguilera

Hola!! escribo en esta tarde fría de Diciembre un relato escrito por Carlos Álvarez Aguilera (autor de la canción rutina) ya que me pidió que se lo publicara. Posiblemente a partir de ahora comenzará a darme material para ayudarme a colaborar con el guardián de los pensamientos. Espero que os guste. PAZ.


LA HISTORIA DE UN HOMBRE CUALQUIERA

Jesús es una persona normal. Cuando digo “normal” me refiero a que Jesús no llamaría tu atención si pasases por su lado. De hecho, la vida de Jesús no dista mucho de la del resto de los mortales: tiene un trabajo, una bonita casa, una mujer, dos hijas… en fin, todo lo que cualquier persona soñaría con tener.

Pero un día se dio cuenta de que nada de lo que tenía le hacía feliz. Todos los días iba del trabajo a casa, y de casa al trabajo, y NADA parecía cambiar en su rutinaria vida. Sus ratos libres los dedicaba a cosas que en realidad no le satisfacían en absoluto, como, por ejemplo, ir a ver el fútbol a algún bar lleno de gente de esos que tienen un ambiente tan cargado que puedes tocar el humo del tabaco y darle la forma que quieras.

Sin embargo, aquel día era diferente. Había oído decir por ahí que su gran amigo Guillermo iba a regresar por fin al pueblo después de pasar cinco años trabajando en el extranjero como reportero de guerra. Guillermo, (Guille para los amigos), había sido para Jesús su alma gemela, su compañero de fatigas y su apoyo moral durante los largos años que pasaron juntos en su juventud. Cuando, tras terminar la carrera, Guille le dijo a Jesús que iba a dejar a su hogar para sacar fotos a las penurias que pasan los países tercermundistas y a fotografiar las desgracias de la guerra en lugares lejanos, sintió que había que estar muy loco para cambiar las comodidades de una vida fácil y sencilla en un pueblo de España por la locura de vivir entre bombas y pistolas de algún suburbio de Iraq.

Sin embargo, ahora que había pasado un lustro desde que Guille abandonó el pueblo, Jesús comprendió que lo que realmente quería era vivir la vida y olvidarse de los problemas cotidianos, de la crisis, de Cristiano Ronaldo y de toda esa superchería que supone vivir en un país desarrollado. Así que decidió acudir a la estación a recoger a Guille y decirle que quería irse con él por el mundo retratando miserias que fuesen como escupitajos directos a la cara de todos los ideales estúpidos con los que convivía en su población.

Finalmente, Guille apareció en la estación y se encontró a un hombre vacío y gris, con un traje y un sombrero que no ocultaban la tristeza en los ojos de un hombre desesperado por cambiar. Abrazó y besó a su amigo del alma y acto seguido le preguntó:

-Jesús, macho, ¿qué tal? ¿Cómo ha ido todo durante mi escapada?

-Pues mal, Guille, mal. Me he convertido en un monstruo atrapado por la rutina. ¿Tú crees que yo podría irme contigo la próxima vez que te vayas a sacar fotos por ahí?

-Tengo que confesarte algo –dijo Guille susurrando- todo este tiempo he estado buscando la felicidad fuera del pueblo y he necesitado 5 años para darme cuenta de que para ser feliz no hace falta irse a ningún lugar lejano a hacer locuras sino adaptarse al lugar donde vives haciendo lo que más te gusta e ignorando lo que te digan los demás.

Y así fue como Jesús, un hombre normal, empezó una nueva vida. Y lo más curioso es que para hacerlo sólo le hizo falta cambiar una cosa: CAMBIARSE A ÉL MISMO.

Carlos Álvarez Aguilera

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