Hermano, hermana: te necesito. Necesito encontrarme en tu mirada para reconocer que no somos tan distintos. Necesito darme cuenta de que tus logros son los míos, de que la tierra que pisamos es la misma, de que anhelamos la misma paz, de que, en el fondo, buscamos lo mismo.
Te necesito, para volver a creer en mí, para disolver el ego y entender que lo que hacemos tiene un propósito con mucho más sentido, que nos supera y nos sostiene al mismo tiempo. Hagamos la revolución una vez más, demostrando que es falso lo que nos quieren hacer creer en los telediarios, que el amor impulsa a la vida, que el apoyo es necesario, que en el fondo somos hermanos.
Las hormigas cooperan en armonía para construir su mundo, así como las abejas se comunican para armar el suyo. ¿Quién nos dijo que teníamos que seguir haciendo siempre lo mismo? ¿Os imagináis el potencial que podríamos alcanzar si pusiéramos nuestros pensamientos al servicio de la vida, si nos olvidáramos de etiquetas, de razas, de jerarquías y entendiéramos que lo que nos une es mucho mayor que lo que nos distancia? Que aquí, y ahora no tenemos nada que temer, nada que esconder, nada que arreglar; tan solo atendernos, escuchar al corazón y desde ese espacio dejar que surja la magia.
No estamos solos, la vida nos sostiene, al igual que al árbol que, sin hacer nada, crece y florece, o a los pájaros que surcan el cielo sin temer que algo les falta.
Hermano, hermana, te necesito. Necesito saber que estás conmigo, que caminamos de la mano, que estamos unidos. Que vamos en el mismo barco, que de la misma madre somos hijos.