De todas las tribus africanas aún existentes, la Himba es la única que cuenta la fecha de nacimiento de los niños no a partir del día en que nacen o son concebidos sino desde el momento en que la madre decide tener el hijo. Cuando una mujer Himba decide tener un hijo, se aparta y se sienta bajo un árbol, con ella misma, y escucha hasta que logra oír la canción del niño que quiere venir. Una vez que ha escuchado la canción de este niño, regresa junto al hombre que será el padre y le enseña la canción. Cuando hacen el amor para concebir al niño físicamente, cantan la canción a modo de invitación. Cuando se queda embarazada, la madre enseña la canción del niño a las matronas y a las mujeres ancianas del poblado para que cuando el niño nazca, las mujeres ancianas y los nativos se reúnan a su alrededor y le canten su canción para darle la bienvenida. A medida que el niño crece, se enseña su canción al resto de habitantes del poblado. Si el niño se cae o se hace daño, alguien lo agarra y le canta su canción. O, quizás, cuando el niño hace algo maravilloso o pasa por los ritos de pubertad, las personas del poblado cantan su canción para honrar a su persona.
En la tribu Himba hay otra ocasión en la que se canta la “canción del niño”. Si un miembro de la tribu comete un crimen o hace algo que va en contra de las normas sociales de los Himba, los aldeanos lo llevan al centro del poblado y la comunidad forma un círculo a su alrededor. Acto seguido, le cantan su canción de nacimiento.
Los Himba ven la corrección no como un castigo, sino como un acto de amor y de recuerdo de la identidad. En el momento en que recuerdas tu propia canción, ya no tienes el deseo o la necesidad de hacer algo que pudiera herir a otro.
En el matrimonio, los cónyuges cantan las canciones juntos. Y finalmente, cuando la miembro de la tribu Himba está tumbada en su cama, preparada para morir, todos los aldeanos que conocen su canción acuden y la cantan por última vez.
Traducción: Pedro Castroteba
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