Desde Zurich, Suiza, me doy cuenta de que una de las cosas que más me cuesta o nos cuesta es algo tan simple y sencillo como ser reales, ser nosotros mismos ante los demás y actuar de acuerdo con cómo realmente nos estamos sintiendo. Sería tan bello que en cada instante, en cada situación, en cada lugar hiciésemos aquello que verdaderamente sentimos, lo que nuestro corazón nos dicta olvidándonos de los posibles juicios del otro, de querer agradar, del miedo al fracaso, del miedo a destacar, de la duda y de tantos impedimentos mentales que nos ciegan y nos limitan. ¡Son solo pensamientos! Y de hecho, cuando nos atrevemos a hacer lo que realmente nos apetece, si miedo, nos damos cuenta de que la reacción del otro en ningún caso se corresponde exactamente con lo que esperábamos. Por suerte no somos adivinos ni podemos leer las mentes y si pudiéramos ¡qué más daría!
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