Hay un momento esencial en el crecimiento de cualquier ser humano y este es aquel en el que uno se da cuenta de que no sabe, de que es ignorante y de que toda la idea de separación y de diferenciación con respecto al otro no es más que un mecanismo de defensa que trata de evitar que nos demos cuenta de esa misma verdad. De que no somos especiales, ni únicos, ni diferentes -salvo a un nivel meramente superficial- y que la vida en su suprema sabiduría no hace más que ponernos en frente una y otra vez a aquellas personas y situaciones necesarias para crecer. Pero muy pocas veces nos abrimos a vivirlas plenamente, sin miedo, sin juicios. Todo está en su lugar, los pensamientos incesantes, las emociones desagradables y que nos incomodan, aquellas personas "que deberían ser de otra manera". Detrás de todo eso estoy yo, presente. Dejándome tocar por la vida pues soy tal y como la vida me creó.
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