Nos han educado a ir rápido, nos han enseñado a correr, a tardar poco, a ser eficientes. Hemos cambiado los caminos verdes por autopistas grises, los largos viajes en coche por veloces aviones, para llegar antes. Cada año aumenta la velocidad de conexión en nuestro ordenador y en las empresas se valora la rapidez con la que un empleado trabaja.
Queremos que los animales crezcan antes, aceleramos el crecimiento de hortalizas y frutas para que nos den antes su fruto, hacemos cursos intensivos para aprender rápido una lengua, corremos para coger el tren o el autobús que se acerca o para que el semáforo no se ponga en rojo y entre tanto, nos perdemos el camino.
Nos han vendido la idea de que esto es evolución, de que esto es progreso y que el estrés es el módico precio que tenemos que pagar a cambio del regalo de ser más rápidos, más efectivos.
Nos han dicho que para ser felices o mejores tenemos que llegar antes, pero ¿adónde?
El hombre quiere ser rápido pero la vida es lenta o más bien cíclica. Nos hemos olvidado de disfrutar, de recordar que estamos vivos, de celebrar la vida cada mañana. Nos han dicho que no tenemos tiempo para ello. Nos han educado con frases como: “venga, vístete más rápido que perdemos la mañana” o, “¡deja de perder el tiempo y ponte a hacer lo que tienes que hacer!”
¿Qué tengo que hacer sino vivir? Sentir el agua cayendo por mi cuerpo al ducharme en la mañana, sentir la dicha de pegar un bocado al trozo de pan al desayunar, disfrutar oyendo a los pájaros por la ventana, conversar con el vecino al bajar las escaleras o sentir mis pasos de camino a donde vaya.
Creemos que al ir más rápido sabemos adonde vamos pero tal vez nos de miedo parar y reconocer que en realidad estamos perdidos. Y eso es maravilloso.
Nos han dicho que lo lento es malo o negativo sin embargo un árbol puede tardar siglos en crecer, una oruga necesita días y días para crear su crisálida y convertirse en mariposa, los osos hibernan durante meses y los árboles tardan en dar su fruto.
¿Por qué entonces acelerar la vida? ¿Acaso nosotros no somos también parte de este ciclo natural? ¿Acaso somos felices cuando corremos más?
Yo me bajo del tren, es hora de caminar, paso a paso, sendero de paso lento.
-Peter Slow- El guardián de los pensamientos.
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