lunes, 30 de julio de 2018

¡Brilla! - La muchedad

Todos tenemos una luz dentro que está deseando brillar, dar lo máximo de sí, contagiar a otras luces para que el mundo pase a ser un lugar luminoso. Me gusta mucho la terminología que utiliza el sombrero loco de Alicia en el País de las Maravillas para quien esto vendría a ser “la muchedad” de una persona. 

Todos nacemos con esta luz, con nuestra muchedad al máximo, pero a lo largo de los años, bien porque se rieron de nosotros de pequeños cuando la mostramos, bien porque las personas grandes nos regañaron y nos dijeron que no era buena, la escondimos. Nos dio tanto miedo que fueran a dejar de amarnos y sentirnos abandonados que empezamos a olvidarnos de ella. Decidimos elegir mostrarnos débiles, limitados y no luminosos por miedo a que nos rechazaran. Olvidamos nuestra esencia, nuestra muchedad. 

Sin embargo está ahí, en algún rincón de nosotros, resguardada, esperando a ser encontrada de nuevo. Y nos llama de distintas maneras porque sabe que no tiene sentido vivir a oscuras. Que da miedo. Así que a veces nos pide que hagamos algo que nos parece muy peligroso o difícil y que nos da miedo pues el juez al que pusimos en su lugar siempre opina que los demás se reirán o que no nos apoyarán y nos quedaremos solos. Y nos lo creemos. Es un proceso tan automático que nos hemos olvidado de que realmente no somos nosotros quienes decidimos sino los pensamientos y recuerdos del pasado que algún día decidimos creer.


Pero ya está, se acabó el sueño. Despierta. No la ignores más. Sabes que está, ahí, llamándote. Sabes lo que tienes que hacer porque lo sientes. Quiere que la reconozcas. Quiere que dejes de avergonzarte de ella cada vez que no haces lo que sientes por miedo a que se rían de ti. Quieres que dejes de fingir que eres pequeño. Quiere que brilles, que vuelvas a ser tú. Quieres que retomes tu muchedad. Quiere que recuerdes que eres luz.



martes, 10 de julio de 2018

¿De qué tengo miedo?

Mi miedo constante a la vida esconde tras de sí el siguiente pensamiento: "no vas a ser capaz de resolver una situación venidera amenazante". Y ese pensamiento me aterra, lo que me lleva a estar protegiéndome de la vida continuamente, defendiéndome y temiéndola.

Pero, ¿acaso tiene este pensamiento algún sentido? Estos pensamientos vienen de todos aquellos miedos a los que aún no he visto de frente, vocecillas del pasado que aún no he enfrentado. Sin embargo, ya es hora de darme cuenta de que esos pensamientos no son más que humo, que no son reales. Que incluso en aquellas situaciones que parecían tan difíciles he podido encontrar una salida, que todo se ha ido gestando por sí solo, que la vida ha estado a mi lado constantemente, como una madre protectora que ama a su hijo.

Me ha dado el oxígeno para respirar, me ha dado a las personas necesarias cuando las he necesitado, me ha dado techo y hogar para los meses de frío y el agua del mar, de los ríos y de los lagos para refrescarme en los meses de calor así como la sombra de los árboles para sentirme resguardado cuando el sol quemaba.

¿De qué tengo que protegerme en verdad?

¿Acaso no sería aquel golpe tan duro del pasado una manera de proteger -tal vez desesperada- de una madre que temía que su hijo se fuera para siempre? ¿Acaso no han venido una gran cantidad de regalos tras aquella dura experiencia?

El Camino de Santiago, Lara, Luzie, La Tertulia y Granada, El Guardián de los Pensamientos con su música, Leipzig... 

¿De qué me tengo que proteger? Si cuando me siento solo, los pájaros me acompañan con su canto, si cuando me encuentro aburrido, los patos del parque me entretienen con su patoso caminar, si las flores me embriagan con su aroma y colores y las delicadas mariposas me muestran la simpleza de la belleza con tan solo un aleteo.

¿Qué es aquello tan temible?

¿No serán, pues, los propios pensamientos que he creado para protegerme de la vida? ¿Acaso tiene sentido protegerse de lo que da la vida y entregarse a lo que te la quita? ¿No es acaso esta la locura del mundo?

No, ya no quiero seguir siendo su siervo, me entrego a lo eterno del presente, a la consciencia que permite que las tortugas salgan del huevo y por sí solas emprendan su camino hacia el vasto océano; a la fuerza que impulsa a la flor a salir del capullo y seguir ofreciendo vida a través de su dulce néctar a abejas que zanganean y que luego hacen dulce miel para que yo pueda saborear la vida en mi paladar.

¿De qué me protejo realmente? Mis pensamientos temerosos son realmente de lo que tengo miedo, pero hoy con espada en mano, despierto al guerrero en mí y miro al miedo de frente. Le digo que ya fue suficiente, que quiero despertar ya cada día hasta el día de mi muerte y mirar al cielo agradecido por las estrellas de la noche y las nubes en el día que nos regalan su agua cuando hay sequía.

Quiero salir y sentir la hierba colándose entre los dedos de mis pies descalzos y embelesarme de su frescura. Mirar a otros hombres y mujeres a los ojos y reconocerme en ellos, sentir la belleza de la creación humana también. La música, el cine, y el teatro y reconocer la vida en todo ello.

Sentir la paz que siendo cuando respiro en mi asiento y dejo que mis pulmones se llenen, ponerme las manos en el corazón y sentir que estoy vivo.

¿De qué tengo miedo?
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 Escrito en Leipzig el 11 de junio de 2018.

domingo, 8 de julio de 2018

No me gusta

No me gusta el yoga, no me gusta levantarme a las 6 y media de la mañana y ponerme a rezar en sánscrito, no es divertido, no me hace reír. No me gusta estar serio. No me gusta ir al supermercado y buscar brócoli con zanahoria. Me gusta el chocolate con leche y el azúcar. No me gusta ir al restaurante asiático y pedirme el arroz con tofu. ¡Que no me gusta el tofu, coño! Me gusta ir con mi padre al hombre de los pollos de mi barrio y que le echen extra de salsa y de patatas fritas. No me gusta ir a la heladería y agobiarme porque el único helado vegano que hay es de kiwi ¡y no me gusta el kiwi! Me gusta ir con mis hermanas al McDonald´s a por un McFlurry con doble de M&M´s y caramelo y partirnos de la risa. Eso es divertido. No me gusta decir que no, con aires de superioridad, cuando me invitan a casa de alguien a comer y con todo su cariño y amor me han preparado algo (que realmente me muero por probar) pero lleva carne, o no es orgánico o lo han importado de América en un barco. ¡No! No es divertido pensar tanto, ni sentirse culpable por haber comprado la opción no ecológica o no vegana. No es divertido rayarse por gilipolleces e intentar ser el correcto, el que hace las cosas bien, el iluminado, y sentirse mejor que tú y que aquel. No es divertido sentirse especial. No es divertido estar tan solo.

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