¿A que les resultaría impensable e incluso peligroso que tras haber sufrido una terrible caída (por ejemplo, con la bicicleta) con sus lesiones y heridas de distinta gravedad, las desatendiéramos totalmente durante no solo días sino semanas, meses y años, muchos años?
La herida se infectaría, se llenaría de pus, nos inhabilitaría a la hora de hacer una gran serie de actividades y podría tener consecuencias terminales.
Por suerte, estas heridas son físicas, visibles y tangibles y por lo tanto uno estaría loco si las ignorara. Además, -y lo más importante- sabemos más o menos cómo se curan estas heridas y adónde tenemos que acudir para que nos traten en el caso de no poder hacerlo nosotros mismos. Hay toda una cultura que nos ha enseñado qué serie de pasos seguir después de este tipo de accidentes y nos sentimos tranquilos con eso.
Sin embargo, hay otro tipo de heridas, y estas, a diferencia de las anteriores, no son visibles ni tangibles pero están ahí y llevan años y años con nosotras. No obstante, por nuestra ignorancia inocente y también nuestro miedo, no hemos sido capaces de mirarlas de frente y decidir sanarlas.
Hemos pasado del alcohol medicinal con el que antaño se curaban las pupas del cuerpo al alcohol etílico para tratar de curar las heridas del alma pero hoy sabemos que esta es solo una opción y que además duele mucho.
Vivimos en una sociedad herida que pretende negar una herida que lleva años pidiéndonos atención. Seamos honestos y aceptemos nuestro dolor para ser capaces de transformarlo y sanemos ya que no hay mayor muestra de amor a uno mismo que atenderse.
Aquí radica la importancia de una educación emocional en los colegios, institutos y familias así como en cualquier ámbito social y profesional. Llegará el día en el que se hable con tanta normalidad de los psicólogos y terapeutas que no habrá diferencia entre estos y un dentista o fisioterapeuta.
En el fondo de nuestro corazón somos lo mismo y solo exponiéndonos tal y como somos, allanaremos el camino a los demás. En nuestra vulnerabilidad radica nuestra fuerza.
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