lunes, 25 de marzo de 2019

¿Decidimos?

Es muy cómodo.

Es muy cómodo señalar, culpar al otro, proyectar aquello que más nos duele admitir en nosotros y afirmar convencidos: “No, no es mi responsabilidad”.Y es que parece que nunca es mi responsabilidad, que siempre hay otro a quien señalar.


Hoy, en la cocina del lugar donde estoy trabajando como voluntario, estaba a punto de tirar una fiambrera enorme de plástico, de esas que llaman “de usar y tirar” y aunque dentro de mí había una voz que me advertía: “eso va en contra de lo que estás sintiendo” trataba de auto engañarme pensando: “bueno, solo estoy cumpliendo órdenes, en una situación diferente, no lo haría así”. Es como si pensara que aquí yo no soy el que decide, y que por lo tanto, no soy el responsable de mis actos.

Tampoco es responsable entonces el trabajador que tira la basura al mar todas las noches, ya que así es como le enseñaron que se hacían las cosas en su empresa, ni tampoco lo es la trabajadora que tira cada día cajas enteras de comida en perfecto estado a la basura ya que tan solo sigue las políticas de la empresa.

Pareciera que no somos capaces de decidir y creernos eso nos resulta muy cómodo y a la vez nos exime de toda nuestra responsabilidad.

"Nunca es mi responsabilidad cuando actúo así, ya que solo estoy cumpliendo órdenes", o eso pensaba hasta hace un rato. Hasta que me he dado cuenta de que en el fondo sí que era 100% responsable de contribuir con algo que va en contra de mi sentir y el de muchos. En ese momento es cuando he reconocido mi propio poder y mi mayor libertad que es la de decidir en cada momento qué es lo que quiero hacer en mi vida, con qué quiero contribuir, qué quiero crear y qué comportamientos quiero apoyar.

Cuánto miedo nos da reconocerlo, cuánto miedo nos da ser conscientes de nuestra libertad y nuestra capacidad de decidir.

Y perdonen, pero en ese instante no era Rajoy, ni Trump ni cualquiera de esas empresas que tiran plásticos al mar y las que tanto nos gusta culpar la que estaba en mi cocina decidiendo, no. Tan solo estábamos yo y mis decisiones.

Es muy cómodo pensar que no se puede hacer nada, que las cosas siempre se han hecho así. También es cierto que muchas veces –y esto es lo que más me duele- es el miedo el que acaba tomando una decisión contraria a lo que sentimos; Miedo a que me echen del trabajo, a que se rían de mí, al rechazo, a que me consideren el rarito/a, etc.

Ya está bien. Ya está bien.

Dejemos de compartir por Facebook lo mal que van las cosas y hagamos algo al respecto.
Yo soy tan responsable como aquel al que señalo por lo que no me gusta. Y sé que admitirlo es algo doloroso, aunque también liberador.

Quizás, el primer paso sea perdonarnos, comprender que hasta ahora no hemos sabido hacerlo mejor, deshacer la culpa, entender que después de todo somos inocentes y desde el amor empezar a transformar nuestra vida y nuestro mundo a través de nuestras decisiones. Paso a paso, hasta en lo más sutil.

No hay más, solo nos falta recordar, a cada instante, que somos libres. Libres de decidir en cada momento. Tomar consciencia de que tenemos la fuerza necesaria para elegir hacer lo que sentimos adentro.

Lo que veo fuera, está dentro.

¿Decidimos?

Mucho amor ❤

EGP 

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