lunes, 31 de diciembre de 2018

Mi libertad

Me cago en el buenismo, me cago en la moral, en el sonreir cuando no me apetece una mierda, en las buenas formas y en el "todo está bien". Estoy hasta los cojones de tanta máscara. Es una carga que me pesa toneladas, un disfraz que no va conmigo, que me mata, que acaba con mi vitalidad, con mi espontaneidad y con mi fortaleza, ¡coño!. Estoy hasta los huevos de ser sumiso, de agradar, de decir palabras bonitas cuando no me apetece y de tener que ser siempre tan encantador. Me toca los huevos enormemente. Modular el tono de mi voz para que suene angelical cuando hay un fuego ahí abajo que arde, arde con tanta fuerza que explotaría en algún momento; Pero para adentro, claro. Que no se te note, Pedro. Que tú has venido aquí a cumplir con el protocolo, a que piensen de ti lo bueno que eres, lo inocente y lo espiritual. ¡Me toca los cojones! ¡Estoy harto! Quiero mi libertad, ¡basta ya! 

Me da mucho miedo, lo tengo que admitir, dejar que el fuego corra, perder el control, defraudar, decepcionar, quedarme solo. Pero es que como siga cumpliendo las expectativas que creo que la sociedad tiene de mí voy a explotar. Para empezar, ¿si no yo tengo ni idea de quién soy, qué van a saber los demás?

Y sí, me siento en paz. 

Hay amor en la ira. Hay liberación. Hay alivio. 

Por fin puedo respirar.

Esta coraza no me oprime más. 

Quizás aquí empiece mi LIBERTAD. 



Mucho amor y feliz año 2019. Nos deseo un año en el que nos permitamos gozar de muestra libertad y nos atrevamos a AMAR en mayúsculas. 

Gracias por estar ahí. EGP.


lunes, 10 de diciembre de 2018

Mis juicios y el muro

Mis juicios me han separado de ti. En algún momento he forjado una imagen ilusoria sobre tu persona y me la he creído, tanto tanto que he creado un muro entre nosotras. A veces ha sido tu físico, y te he visto demasiado... o demasiado poco... , en otras tus ideas o tu forma de pensar, tu ropa, tu pelo, tu piel. He encontrado mil excusas para no abrirme, para forjar una coraza y encerrarme entre mis juicios, para no abrir el corazón. Y creyendo que me estaba protegiendo en realidad más bien me estaba aislando, contándome historias que justificaran mi decisión y ratificaran que era lo correcto. Sin embargo, la vida, que es sabia, tiene sus sacudidas y los ladrillos del muro empiezan a quebrarse poco a poco. Es entonces cuando entra algo de luz y curioso, me asomo para descubrir que en realidad la emanas tú, que siempre estuvo ahí y que tan sólo fueron esas imágenes mentales las que me impidieron verla todo este tiempo. Lo curioso es que a simple vista estos ladrillos parecen duros y resistentes. No obstante, basta acercarse a ellos para darse cuenta que no son más que humo, que de un solo soplido se pueden desvanecer. Hoy me dispongo a dejar que estos ladrillos se sigan cayendo poco a poco, para que te pueda ver y para que me puedas ver. Para entender realmente que somos uno.


sábado, 8 de diciembre de 2018

Heridas emocionales

¿A que les resultaría impensable e incluso peligroso que tras haber sufrido una terrible caída (por ejemplo, con la bicicleta)  con sus lesiones y heridas de distinta gravedad, las desatendiéramos totalmente durante no solo días sino semanas, meses y años, muchos años?

La herida se infectaría, se llenaría de pus, nos inhabilitaría a la hora de hacer una gran serie de actividades y podría tener consecuencias terminales.

Por suerte, estas heridas son físicas, visibles y tangibles y por lo tanto uno estaría loco si las ignorara. Además, -y lo más importante- sabemos más o menos cómo se curan estas heridas y adónde tenemos que acudir para que nos traten en el caso de no poder hacerlo nosotros mismos. Hay toda una cultura que nos ha enseñado qué serie de pasos seguir después de este tipo de accidentes y nos sentimos tranquilos con eso.

Sin embargo, hay otro tipo de heridas, y estas, a diferencia de las anteriores, no son visibles ni tangibles pero están ahí y llevan años y años con nosotras. No obstante, por nuestra ignorancia inocente y también nuestro miedo, no hemos sido capaces de mirarlas de frente y decidir sanarlas.

Hemos pasado del alcohol medicinal con el que antaño se curaban las pupas del cuerpo al alcohol etílico para tratar de curar las heridas del alma pero hoy sabemos que esta es solo una opción y que además duele mucho.

Vivimos en una sociedad herida que pretende negar una herida que lleva años pidiéndonos atención. Seamos honestos y aceptemos nuestro dolor para ser capaces de transformarlo y sanemos ya que no hay mayor muestra de amor a uno mismo que atenderse.

Aquí radica la importancia de una educación emocional en los colegios, institutos y familias así como en cualquier ámbito social y profesional. Llegará el día en el que se hable con tanta normalidad de los psicólogos y terapeutas que no habrá diferencia entre estos y un dentista o fisioterapeuta.

En el fondo de nuestro corazón somos lo mismo y solo exponiéndonos tal y como somos, allanaremos el camino a los demás. En nuestra vulnerabilidad radica nuestra fuerza.


Rompiendo el silencio

Hoy quiero romper mi silencio. Siento que este mensaje puede ayudar a muchas personas. Hace tiempo escribí un texto llamado  "heridas emocionales" y creo que ya es hora de que vea la luz. Hace 4 años ya, cuando estaba en Heidelberg y los primeros síntomas de ansiedad empezaron a asomar mi madre me dijo insistente que fuera a un psicólogo, que me ayudaría. Yo me negué rotundamente; ¿Cómo iba yo, Pedro, el chico guay, aventurero y viajero ir a un psicólogo? Finalmente caí en una depresión tan grave que ir a terapia dejó de ser una opción. Y me cambió la vida. Poco a poco empecé a ir sanando las heridas, enfrentando miedos y sobre todo a conocerme un poco más a mí mismo, a hacer las paces con lo que soy y lo que era. Posiblemente, si no hubiera sido por la terapia no habría dado tantos pasos.
Hoy quiero darle voz a los callados, a las que nos avergonzamos por haber estado en consulta por creerlo síntoma de debilidad. ¿Os imagináis a alguien que se haya roto una pierna y se sienta culpable por no poder seguir andando durante un tiempo? Ya está bien de máscaras, ya estoy harto de las mentiras. Cuando estuve tan perdido y mi madre me dijo que sería bueno que fuera a un psicólogo, rechacé tanto la idea en parte porque no conocía a nadie que lo hubiera hecho antes y menos con mi edad, no tenía referentes. Poco después me fui dando cuenta de que esto no era así, muchas, muchísimas personas se me han ido acercando todo este tiempo y me han dicho: "yo también fui, y pasé por algo parecido pero por favor, no se lo digas a nadie". Yo no quiero seguir con ese juego. Tal vez normalizarlo sea la única manera de que los chavales perdidos que sufren tanto vean una salida, una vía de escape. Que entiendan que no hay nada malo en ellas. Que no hay nada de lo que avergonzarse. Que es de valientes pedir ayuda. Que al igual que hay que curarse las pupas del cuerpo, es necesario sanar las heridas emocionales.

Mucho amor

Pedro

lunes, 5 de noviembre de 2018

Los errores y el tipp-ex

Recuerdo la primera vez que un profesor nos dejó hacer tachones en los exámenes y que de hecho, nos animaba a hacerlo: "en mis exámenes nada de tipp-ex, tachones y no me importa lo grandes que sean". Era mi profesor de latín y griego y en ese momento no entendí la importancia de aquello.
Desde pequeños nos hacen avergonzarnos de nuestros errores e intentar borrarlos con tipp-ex para que pasen desapercibido. Nos daba miedo equivocarnos y que los demás se dieran cuenta. Hoy en día ese miedo continúa en nuestro sistema de creencias e intentamos aparentar una perfección que no existe: "niña sonríe para la foto o maquíllate esas ojeras" y muchos más ejemplos de corregir imperfecciones para fingir lo que no somos.
Hoy en día, cuando algún alumno quiere corregir algo con tipp-ex me acuerdo de mi profesor y disfruto viendo como tacha lo que ha escrito mal sin avergonzarse de ello. Quizás ellos también puedan entender algún día la importancia de un gesto han sencillo.

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miércoles, 31 de octubre de 2018

A mi ego

A mi ego le encanta sentirse especial, que le aplaudan, sentir que ha hecho algo único e inigualable e identificarse con ello. Le encanta compararse con los demás y verse mejor, más alto, más interesante, con mayor facilidad para ciertas cosas que otros.
Pero mi ego está cagado de miedo, se siente solo, abandonado y no tiene mejor defensa que atacar, que comparar, que competir.
Cuando, desde la distancia, veo el panorama, tan solo puedo mirarlo con ternura. Abrazarlo. Sería inútil o contraproducente luchar contra él o negarlo o tacharlo de poco espiritual. Sería como si el sol, tan luminoso y brillante tratase de parar un huracán, que arrasa con todo trepidante. No, simplemente lo observa, y comprende que está cumpliendo su función. No hay guerra, no hay conflicto, sino aceptación e integridad.
Como decía Javier Ibarra “me da pánico mi propio ego” y tanto.
Pero he decidido dejar de luchar contra él y verlo como algo más. Porque como es arriba es abajo. Como es adentro, es afuera.
Mucho amor
EGP

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lunes, 1 de octubre de 2018

Peter Slow

La vida me ha ido regalando música desde pequeño y la semilla que se plantó en aquel entonces ha ido creciendo poco a poco y ahora está dando sus primeros frutos.

Con esta entrada quiero darle pie al proyecto PETER SLOW que nació en Leipzig el curso pasado y que me está regalando momentos preciosos.

Gracias a cada una de las personas que me animó a seguir, gracias a los que escuchan y a los que esperan más.

Seguimos.

Con todo mi amor,

Pedro.

jueves, 6 de septiembre de 2018

¿Cómo tratamos al error?

Una mirada al exterior para mirarnos a nosotros mismos

Esta mañana estaba pensando en una idea que ya me vino a la mente hace un tiempo: nuestra reacción ante los “errores” de los demás y cómo eso podría interpretarse en relación a nuestros propios “errores”. Nótese que escribo error entre comillas o en cursiva por lo irónico del concepto: algo que ocurre de manera distinta a como creemos que debería de estar ocurriendo o a nuestras expectativas. En tal caso, podríamos estar hablando de que vivimos en un mundo en el que todo es un error, a veces dulce y a veces amargo, pero bueno ese es otro tema.
Entonces, volviendo a la idea primaria de error, me doy cuenta de que nuestra respuesta ante los errores de los demás suele ser agresiva, con un perverso deseo de castigo y de sufrimiento del otro y aquí no nos libramos ninguno. Podemos ser conscientes o inconscientes de este comportamiento pero creo que todos lo tenemos. Tan solo hay que mirar las noticias o cualquier programa de actualidad y luego –y más complejo aún- mirarnos a nosotros mismos y a nuestra reacción ante tales noticias.
Aquí me viene la famosa frase de Jesús: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.
La primera vez que fui consciente de primera mano de cómo la masa criticaba y juzgaba el comportamiento de alguien sin piedad –y yo el primero- fue en un evento de crecimiento personal que se celebró en Madrid en mayo de este año: BEING ONE.  Por una serie de gestiones poco afortunadas y de un cálculo de presupuesto más o menos desacertado, el evento tuvo que sufrir cambios de última hora que lo llevaron al límite de su desaparición. Sin embargo, en este caso, lo que salvó al evento fue entre otras cosas el cambio de la visión del error de la gente. En un principio, cuando nos dijeron que por falta de presupuesto el evento se cancelaba, la mayoría de los asistentes señalaban a Antonio –el organizador- como el máximo culpable, juzgándole su error con insultos y ofreciendo su versión de “cómo deberían de haberse hecho las cosas”. Lo que en ese momento no se pensó es que las cosas se hicieron en todo momento lo mejor que se pudo (ya que de lo contrario se habrían hecho de otra manera) y que en el fondo, nos guste o no, somos inocentes, que aprendemos de nuestros “errores” en todo momento para crecer y que en este caso, no había sido distinto. Tuvimos que darnos cuenta de la belleza de lo que estaba ocurriendo y de que eso también se había originado en un principio gracias a la decisión de realizar dicho evento por parte de Antonio para empezar a perdonar. Fue como con la parábola del Hijo pródigo.
El evento dio un giro en cuanto que empezamos a mirar dentro de nosotros y a reconocer esta  verdad de que más que juzgar y señalar con el dedo hay que perdonar y encontrar alternativas. En ese momento, se empezaron a encontrar soluciones y el evento siguió adelante.
Esta lección de vida me hizo recapacitar ante cómo nos relacionamos con nuestros “errores” y cómo nuestro sistema educativo nos educa para que se castigue el error y se premie el acierto. ¿Os imagináis castigar a un niño porque no es capaz de dar un paso perfecto en sus primeros intentos de aprender a caminar? ¿O la presión de otro niño al que siempre han premiado por aprobar en la escuela por su miedo a defraudar a sus padres?
Creo que va siendo hora de que soltemos el látigo y de que empecemos a darnos cuenta de que hasta que no empecemos a perdonar al otro por todos sus errores por muy terribles que sean, no seremos capaces de amarnos plenamente y de amar nuestros errores que han sido los que nos han traído hasta donde hoy mismo estamos.
¿Es que acaso somos tan buenos, es que acaso somos tan perfectos que nos permitimos juzgar a diestro y siniestro? ¿Acaso no vemos el dolor que hay detrás de tanto juicio?
Mucho amor,

EGP


Artículo escrito el 24 de septiembre de 2017

martes, 7 de agosto de 2018

Ignorancia

Hay un momento esencial en el crecimiento de cualquier ser humano y este es aquel en el que uno se da cuenta de que no sabe, de que es ignorante y de que toda la idea de separación y de diferenciación con respecto al otro no es más que un mecanismo de defensa que trata de evitar que nos demos cuenta de esa misma verdad. De que no somos especiales, ni únicos, ni diferentes -salvo a un nivel meramente superficial- y que la vida en su suprema sabiduría no hace más que ponernos en frente una y otra vez a aquellas personas y situaciones necesarias para crecer. Pero muy pocas veces nos abrimos a vivirlas plenamente, sin miedo, sin juicios. Todo está en su lugar, los pensamientos incesantes, las emociones desagradables y que nos incomodan, aquellas personas "que deberían ser de otra manera". Detrás de todo eso estoy yo, presente. Dejándome tocar por la vida pues soy tal y como la vida me creó.

NGC 1309 -- A spiral galaxy ~120 million light-years away in the constellation Eridanus. It is about 75,000 light-years across; about 3/4s the width of our own galaxy, the Milky Way. Bright blue areas of star formation can be seen in the spiral arms, while the yellowish central nucleus contains older-population stars.

Despacio

Nos han educado a ir rápido, nos han enseñado a correr, a tardar poco, a ser eficientes. Hemos cambiado los caminos verdes por autopistas grises, los largos viajes en coche por veloces aviones, para llegar antes. Cada año aumenta la velocidad de conexión en nuestro ordenador y en las empresas se valora la rapidez con la que un empleado trabaja.
Queremos que los animales crezcan antes, aceleramos el crecimiento de hortalizas y frutas para que nos den antes su fruto, hacemos cursos intensivos para aprender rápido una lengua, corremos para coger el tren o el autobús que se acerca o para que el semáforo no se ponga en rojo y entre tanto, nos perdemos el camino.

Nos han vendido la idea de que esto es evolución, de que esto es progreso y que el estrés es el módico precio que tenemos que pagar a cambio del regalo de ser más rápidos, más efectivos.

Nos han dicho que para ser felices o mejores tenemos que llegar antes, pero ¿adónde?

El hombre quiere ser rápido pero la vida es lenta o más bien cíclica. Nos hemos olvidado de disfrutar, de recordar que estamos vivos, de celebrar la vida cada mañana. Nos han dicho que no tenemos tiempo para ello. Nos han educado con frases como: “venga, vístete más rápido que perdemos la mañana” o, “¡deja de perder el tiempo y ponte a hacer lo que tienes que hacer!”

¿Qué tengo que hacer sino vivir? Sentir el agua cayendo por mi cuerpo al ducharme en la mañana, sentir la dicha de pegar un bocado al trozo de pan al desayunar, disfrutar oyendo a los pájaros por la ventana, conversar con el vecino al bajar las escaleras o sentir mis pasos de camino a donde vaya.

Creemos que al ir más rápido sabemos adonde vamos pero tal vez nos de miedo parar y reconocer que en realidad estamos perdidos. Y eso es maravilloso.
Nos han dicho que lo lento es malo o negativo sin embargo un árbol puede tardar siglos en crecer, una oruga necesita días y días para crear su crisálida y convertirse en mariposa, los osos hibernan durante meses y los árboles tardan en dar su fruto.
¿Por qué entonces acelerar la vida? ¿Acaso nosotros no somos también parte de este ciclo natural? ¿Acaso somos felices cuando corremos más?
Yo me bajo del tren, es hora de caminar, paso a paso, sendero de paso lento.


-Peter Slow- El guardián de los pensamientos.





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lunes, 30 de julio de 2018

¡Brilla! - La muchedad

Todos tenemos una luz dentro que está deseando brillar, dar lo máximo de sí, contagiar a otras luces para que el mundo pase a ser un lugar luminoso. Me gusta mucho la terminología que utiliza el sombrero loco de Alicia en el País de las Maravillas para quien esto vendría a ser “la muchedad” de una persona. 

Todos nacemos con esta luz, con nuestra muchedad al máximo, pero a lo largo de los años, bien porque se rieron de nosotros de pequeños cuando la mostramos, bien porque las personas grandes nos regañaron y nos dijeron que no era buena, la escondimos. Nos dio tanto miedo que fueran a dejar de amarnos y sentirnos abandonados que empezamos a olvidarnos de ella. Decidimos elegir mostrarnos débiles, limitados y no luminosos por miedo a que nos rechazaran. Olvidamos nuestra esencia, nuestra muchedad. 

Sin embargo está ahí, en algún rincón de nosotros, resguardada, esperando a ser encontrada de nuevo. Y nos llama de distintas maneras porque sabe que no tiene sentido vivir a oscuras. Que da miedo. Así que a veces nos pide que hagamos algo que nos parece muy peligroso o difícil y que nos da miedo pues el juez al que pusimos en su lugar siempre opina que los demás se reirán o que no nos apoyarán y nos quedaremos solos. Y nos lo creemos. Es un proceso tan automático que nos hemos olvidado de que realmente no somos nosotros quienes decidimos sino los pensamientos y recuerdos del pasado que algún día decidimos creer.


Pero ya está, se acabó el sueño. Despierta. No la ignores más. Sabes que está, ahí, llamándote. Sabes lo que tienes que hacer porque lo sientes. Quiere que la reconozcas. Quiere que dejes de avergonzarte de ella cada vez que no haces lo que sientes por miedo a que se rían de ti. Quieres que dejes de fingir que eres pequeño. Quiere que brilles, que vuelvas a ser tú. Quieres que retomes tu muchedad. Quiere que recuerdes que eres luz.



martes, 10 de julio de 2018

¿De qué tengo miedo?

Mi miedo constante a la vida esconde tras de sí el siguiente pensamiento: "no vas a ser capaz de resolver una situación venidera amenazante". Y ese pensamiento me aterra, lo que me lleva a estar protegiéndome de la vida continuamente, defendiéndome y temiéndola.

Pero, ¿acaso tiene este pensamiento algún sentido? Estos pensamientos vienen de todos aquellos miedos a los que aún no he visto de frente, vocecillas del pasado que aún no he enfrentado. Sin embargo, ya es hora de darme cuenta de que esos pensamientos no son más que humo, que no son reales. Que incluso en aquellas situaciones que parecían tan difíciles he podido encontrar una salida, que todo se ha ido gestando por sí solo, que la vida ha estado a mi lado constantemente, como una madre protectora que ama a su hijo.

Me ha dado el oxígeno para respirar, me ha dado a las personas necesarias cuando las he necesitado, me ha dado techo y hogar para los meses de frío y el agua del mar, de los ríos y de los lagos para refrescarme en los meses de calor así como la sombra de los árboles para sentirme resguardado cuando el sol quemaba.

¿De qué tengo que protegerme en verdad?

¿Acaso no sería aquel golpe tan duro del pasado una manera de proteger -tal vez desesperada- de una madre que temía que su hijo se fuera para siempre? ¿Acaso no han venido una gran cantidad de regalos tras aquella dura experiencia?

El Camino de Santiago, Lara, Luzie, La Tertulia y Granada, El Guardián de los Pensamientos con su música, Leipzig... 

¿De qué me tengo que proteger? Si cuando me siento solo, los pájaros me acompañan con su canto, si cuando me encuentro aburrido, los patos del parque me entretienen con su patoso caminar, si las flores me embriagan con su aroma y colores y las delicadas mariposas me muestran la simpleza de la belleza con tan solo un aleteo.

¿Qué es aquello tan temible?

¿No serán, pues, los propios pensamientos que he creado para protegerme de la vida? ¿Acaso tiene sentido protegerse de lo que da la vida y entregarse a lo que te la quita? ¿No es acaso esta la locura del mundo?

No, ya no quiero seguir siendo su siervo, me entrego a lo eterno del presente, a la consciencia que permite que las tortugas salgan del huevo y por sí solas emprendan su camino hacia el vasto océano; a la fuerza que impulsa a la flor a salir del capullo y seguir ofreciendo vida a través de su dulce néctar a abejas que zanganean y que luego hacen dulce miel para que yo pueda saborear la vida en mi paladar.

¿De qué me protejo realmente? Mis pensamientos temerosos son realmente de lo que tengo miedo, pero hoy con espada en mano, despierto al guerrero en mí y miro al miedo de frente. Le digo que ya fue suficiente, que quiero despertar ya cada día hasta el día de mi muerte y mirar al cielo agradecido por las estrellas de la noche y las nubes en el día que nos regalan su agua cuando hay sequía.

Quiero salir y sentir la hierba colándose entre los dedos de mis pies descalzos y embelesarme de su frescura. Mirar a otros hombres y mujeres a los ojos y reconocerme en ellos, sentir la belleza de la creación humana también. La música, el cine, y el teatro y reconocer la vida en todo ello.

Sentir la paz que siendo cuando respiro en mi asiento y dejo que mis pulmones se llenen, ponerme las manos en el corazón y sentir que estoy vivo.

¿De qué tengo miedo?
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 Escrito en Leipzig el 11 de junio de 2018.

domingo, 8 de julio de 2018

No me gusta

No me gusta el yoga, no me gusta levantarme a las 6 y media de la mañana y ponerme a rezar en sánscrito, no es divertido, no me hace reír. No me gusta estar serio. No me gusta ir al supermercado y buscar brócoli con zanahoria. Me gusta el chocolate con leche y el azúcar. No me gusta ir al restaurante asiático y pedirme el arroz con tofu. ¡Que no me gusta el tofu, coño! Me gusta ir con mi padre al hombre de los pollos de mi barrio y que le echen extra de salsa y de patatas fritas. No me gusta ir a la heladería y agobiarme porque el único helado vegano que hay es de kiwi ¡y no me gusta el kiwi! Me gusta ir con mis hermanas al McDonald´s a por un McFlurry con doble de M&M´s y caramelo y partirnos de la risa. Eso es divertido. No me gusta decir que no, con aires de superioridad, cuando me invitan a casa de alguien a comer y con todo su cariño y amor me han preparado algo (que realmente me muero por probar) pero lleva carne, o no es orgánico o lo han importado de América en un barco. ¡No! No es divertido pensar tanto, ni sentirse culpable por haber comprado la opción no ecológica o no vegana. No es divertido rayarse por gilipolleces e intentar ser el correcto, el que hace las cosas bien, el iluminado, y sentirse mejor que tú y que aquel. No es divertido sentirse especial. No es divertido estar tan solo.

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sábado, 23 de junio de 2018

Honrar la vida

Estoy harto del tippex, del maquillaje, de los tintes y de las cremas. Sí, de las cremas. Las antiedad, las antiacné, antiarrugas, anticelulíticas, antimanchas, les falta una etiqueta enorme en la que ponga: ANTI VIDA.

¿En qué nos hemos convertido?

Hoy, ve más allá de tus creencias y rinde homenaje a tu preciosa vida manifestándose en tu cuerpo: a ese grano, a esa mancha, a ese lunar, dale derecho a ser, no lo juzgues. Permite a esa cana en tu pelo estar así como a esa arruga pues te muestran todo el camino que ya has recorrido. Honra a ese lunar que generación tras generación ha estado en el mismo lugar ya que así estarás honrando a tus ancestros.

Empleemos nuestro tiempo y nuestra energía en honrar la vida en lugar de tratar de decidir sobre ella.

¿Quién nos dijo todas estas mentiras acerca de nosotros mismos? ¿Cuándo decidimos creérnoslas?

No hay nada que tapar, no hay nada que ocultar, no hay nada que corregir. Todo está en su sitio.

AMA; ÁMATE; AMA LA VIDA

Porque es perfecta así, tal cual es.




Risa
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viernes, 1 de junio de 2018

Descansa

En la sociedad en la que vivimos se le da mucho valor al esfuerzo, al trabajo duro y al sacrificio pero, ¿qué hay del descanso? ¿Realmente nos permitimos descansar y cuidarnos cuando nos toca? ¿Alguna vez se nos habló de la importancia de estar en armonía entre la acción y la inacción, del estar sin hacer nada y disfrutar de ello sin ninguna culpa, del de dejar de querer ser productivos por un tiempo?
Quizás sea desde ese espacio desde el que nos demos cuenta de que la vida que vivimos no tiene sentido. Que en el fondo estamos perdidos. Que en la mayoría de las ocasiones no sabemos a dónde vamos. Por eso al sistema no le interesa que paremos a descansar. Por eso descansar en lo más profundo de tu ser es un acto revolucionario.
Así que te invito a que cruces el umbral de la incertidumbre de un espacio en blanco en tu horario, a tumbarte en el sofá o estar de pie en mitad de tu habitación o en un parque sin hacer nada. Sentarte en la cama y desconectar de lo que te desconecta para conectar con lo que realmente tiene valor, para conectar contigo, con tus sensaciones, con tu cuerpo, con tu respiración. Date la bienvenida.
Descansemos, hagamos la revolución.

Descansa.



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martes, 29 de mayo de 2018

El niño detrás de nuestras creencias

Me doy cuenta de que uno de los mayores peligros que se esconden detrás de cualquier tipo de -ismo ya sea un partido, un movimiento o una religión es que por lo general crea enemigos, esto es, separación, y cuando esto ocurre, nos olvidamos de la persona que hay detrás de toda esa amalgama de ideas y etiquetas que hemos creado. 

El posicionarse"a favor" o "en contra" de cualquier cosa es un arma de doble filo que esconde -y lo sé por experiencia- muchísima culpa detrás. Basta con que cualquier pensamiento o deseo contrario a aquello que defiendes a piñón se asome por tu mente para permitir que nuestro juez nos de un latigazo. También es algo que nos lleva a cerrar el corazón, a protegernos de aquellos a los que hemos considerado enemigos, no vaya a ser que deje de ser tan "-ista" o "-ano" después de compartir un ratito con aquel o aquella. 

Al sistema le viene de perlas que haya millones de grupos posicionándose continuamente ya que mientras más separados creamos estar, más capas tendremos que atravesar para darnos cuenta de que en realidad somos lo mismo.

Con esto no quiero hacer ninguna crítica a cualquier movimiento ni quitarle valor a ninguna ideología, tan solo quiero proponer que abramos entre todas nuestras creencias y podamos ver más allá de ellas. Por supuesto que es maravilloso que encontremos un estilo de vida con el que nos sintamos a corde y que nos llene pero hasta que punto nos estamos dejando llevar por una idea sin cuestionarnos qué se esconde detrás.

En la vida existe una ley universal y esa ley es la ley del amor. Y si no, fijáos en los niños pequeños. Ahí no hay raza, ideología, religión, preferencia alimentaria o nivel económico que valga. Y en el momento en el que miramos a nuestro "enemigo" a los ojos y recordamos que detrás de todas las ideas que hemos creado sobre su persona y todos los juicios con los que hemos envuelto su ser hay un niño, como tú, buscando amor, todo lo que habías inventado se desvanece al instante.

Olvidémonos de las preferencias superficiales, no son más que una trampa que nos mantiene separados. Perdona a tu enemigo para poder perdonarte y amarte a ti mismo pues el amor es la fuerza más grande que hay.

EGP 

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Leipzig. 29.05.2018

viernes, 4 de mayo de 2018

El manzano y los niños perdidos

Recuerdo lo mucho que me afectaba que me dijeran que era un inmaduro cuando era pequeño. Me sentía atacado, vulnerable y enfadado. 

Ahora, con 23 años, me acabo de dar cuenta del sinsentido de todo eso y de que, realmente, aún era inmaduro cuando otros ya habían madurado. Ahora bien, ¿en qué momento empezamos a considerar que ser maduro es algo digno de valoración y aplauso y ser inmaduro algo digno de vergüenza y de castigo? Ahí radica el sinsentido de esta historia.

Pongamos como ejemplo un manzano. El manzano, cuando empieza a dar manzanas las deja que vayan creciendo a su ritmo, confiando plenamente en su proceso. Algunas tardan más en madurar, otras tardan menos, otras son arrancadas cuando no han llegado a madurar del todo y luego hay otras, que cuando se daban por perdidas empiezan a crecer y a crecer y se convierten en manzanas hermosas.

Sería estúpido pensar que algunas manzanas «llegan tarde», que «ya podrían haber madurado antes», que «están perdidas» así como compararlas con el resto de manzanas ya maduras que les llevan varias colectas de ventaja.

No, la naturaleza no hace eso, simplemente confía y confía y sabe que llegará el momento en el que esa manzana inmadura madurará y crecerá lo suficiente como para llegar a soltarse de la rama que la sostenía, sin intervenir en su proceso ni juzgarlo.

Nuestro sistema educativo, sin embargo, pretende generar manzanos en los cuales todas las manzanas maduren al mismo tiempo y de la misma forma y eso es algo totalmente antinatural. De hecho, si la naturaleza funcionara así, de repente, todas las manzanas madurarían y caerían a la vez y nos quedaríamos sin manzanas de la noche a la mañana hasta la siguiente temporada. ¿Se imaginan qué catástrofe?

Así que recuerda, dile a tu hijo, a tu hija, a tu alumno, a tu alumna, a tu primo, a tu prima que es perfecto y perfecta tal y como es y que cuando llegue su momento dará su fruto. Por favor, dile a ese niño que está «perdido», a aquel «que no cumple con las exigencias educativas», que no es culpable por formar parte de un sistema que por lo general no educa ni respeta el proceso de los niños. Por favor, dile que es perfecto así como es, con sus imperfecciones, que no hay nada malo en él. Dale amor. Perdónale y perdónate a ti después por no haberte dado cuenta antes. Y sobre todo, siéntete inocente tú también pues no supiste hacerlo mejor.

Confía en la vida, confía en estos niños perdidos pues la mayor muestra de amor es respetar el proceso de crecimiento de cada persona.

Feliz fin de semana. 🍎

 Leipzig 3 y 4 de mayo de 2018. EGP.
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domingo, 29 de abril de 2018

Bailar con la vida

Lo que nos vuelve a todos un poco locos es la intención de querer controlarlo todo, de querer calcular al milímetro lo que queremos que ocurra en el futuro, de intentar dominar a la vida, tratar de que se convierta en un puzzle fijo con fichas estáticas, querer limitarla y pretender que es inmóvil y que va a organizarse conforme a la voluntad de nuestras expectativas, de nuestra mente pensante y nuestros miedos.

Pero no, por desgracia no es así. La vida es vida y por lo tanto está viva. No podemos tratar de meterla en una cajita y domarla, o nos rendimos a ella o nos acaban superando hasta las situaciones más mundanas. Escuchar más al silencio que a la mente, ponernos las manos en el corazón y escucharle para saber qué se requiere de nosotros en cada situación en lugar de reaccionar a las situaciones que nos desequilibran con más acciones desenfrenadas que no hacen más que ocultar el mensaje que la vida nos está tratando de mostrar en cada momento.

Sé vida, sin miedo al cambio, baila conmigo y con ella al igual que hacen tus hermanos los animales, las flores, los árboles y todos los seres de este planeta.

Vivir sin miedo a vivir.

¿Te atreves? ¿me atrevo? ¿nos atrevemos?


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viernes, 23 de marzo de 2018

Consejos, opiniones

Muchas veces, cuando pedimos opinión o consejo estamos permitiendo que las limitaciones del otro nos limiten a nosotros mismos. ¿Cuántas veces nos han dicho que algo era muy difícil, muy feo o que no merecía la pena y lo hemos aceptado como nuestro sin tan siquiera habernos planteado la posibilidad de cuestionarlo impidiéndonos así descubrirlo por nosotros mismos?

Que tu mayor consejero seas tú mismo —con todo lo que eso conlleva— :)


viernes, 16 de marzo de 2018

Viviendo el miedo

Desde mi habitación en Leipzig y tras la vuelta del viaje de Interraíl, me siento con la necesidad de plasmar mis pensamientos sobre el papel para poder contemplarlos con más orden y distancia. 
La cuestión es que cuando llegué a casa, después de un mes viajando y reencontrándome con viejos amigos así como conociendo a otras personas, me pegué una hostia con la realidad.

Fue tanto el miedo que sentí al volver a mi casa de Leipzig que no quería ni sacar las cosas de las cajas donde las almacené mientras Diego se quedaba en mi habitación. Me quería ir pero ya. Había proyectado todos mis miedos y preocupaciones en el piso, en mi habitación, en los palets de la cama y, cómo no, en mis compañeros de piso: "Esos malvados que no me hacen sino la vida imposible por no ser lo que yo merezco y lo que andaba buscando cuando vine a Leipzig". Qué mezquina que es la voz del ego y con qué facilidad le hacemos caso.

Entonces me sentí dividido, estaba en un quiero irme pero quiero quedarme a ver qué hay detrás, pero quiero estar con otra gente, pero quiero descansar, pero quiero orden en mi habitación, pero para qué voy a ordenarlo todo si me voy a ir...

INSPIRO, ESPIRO

Total, que poco a poco y con ayuda del curso que estoy haciendo voy escuchándome a mí mismo y todo lo que mi voz interior me dice es: "Quédate, tienes que ver el cielo aquí también, aún no ha llegado el momento de que te vayas, lo que necesitas es paz y tranquilidad"

Así que, guardé la ropa de las cajas y poco a poco me dispuse a hacer las cosas que tenía pendientes para la vuelta. Sin embargo, hasta hoy, hará unos instantes, no he podido ver de una manera tan cristalina dónde radica el miedo y cómo se manifiesta. Es algo quizás evidente pero que yo no había visto y experimentado de una manera tan clara hasta ahora. 

Mi otra experiencia Erasmus en Heidelberg fue tan dura y sufrí tanto—una parte esencial de ello fue todo lo relacionado con averiguar los muebles de la habitación, colchón, decoración, etc.— que mi experiencia aquí se ha convertido en un campo de minas imaginarias que pueden explotar en cualquier momento si doy un paso en falso.

Eso convierte a todo y a todos en enemigos potenciales que conspiran contra mí constantemente: mi habitación, el colchón, los palets, el armario, las paredes, el radiador, las cortinas, el baño, la cocina, mis compañeros...

Es tanto mi miedo, que por miedo a que todo aquello que me hizo sufrir en el pasado se vuelva a repetir, me mantengo en un estado de alerta constante, de tensión, de protección ante los peligros de la vida (que al final no deja de ser miedo a la muerte). No obstante, siento que tenemos incluso que agradecer a esta parte reptiliana de nuestro cerebro (la más animal y primitiva) que esté ahí para alertarnos y protegernos ante situaciones de peligros reales, para salvarnos la vida, como por ejemplo  que un león feroz se acerque. Lo que pasa, es que la pobre no está lo suficientemente desarrollada como para discernir entre peligros reales y no reales. Por lo tanto, no debemos de estar en conflicto con ella ni rechazarla sino integrarla, mirarla con compasión y enseñarle a discernir para que se pueda iniciar la transformación. ¿Cómo? 

Viviendo el miedo.

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Lo siento, pero no nos queda otra. Llevamos toda la vida huyendo de nuestro miedo por miedo. Es algo totalmente desconocido y tememos que si nos paramos a explorarlo vamos a sufrir. Por ello, o bien lo atacamos —atacándonos a nosotros mismos— o bien huimos de él enredándonos en un sinfín de actividades que realizamos en modo automático sin pararnos a reflexionar si realmente nos apetece hacerlas, mediante el alcohol y otras drogas... el catálogo es amplio.

Y ojo, cero culpa, esto es totalmente lícito, simplemente seamos conscientes de que en todo momento estamos tomando una elección y que tenemos una alternativa que es sentarnos y mirar al miedo a los ojos, explorar qué se esconde ahí, sentir nuestro cuerpo y experimentar la intensidad que ahí se esconde, similar a un orgasmo.

Cuando todo ha pasado y descubres que no te has muerto y que de hecho, sientes una paz similar a la que se experimenta al bajarse de una montaña rusa (experiencia escasa en mi caso), querás repetir e incluso lo podrás ver como un juego. Es algo totalmente nuevo, ni nuestros padres, ni nuestros abuelos ni los suyos se han atrevido a hacerlo nunca, simplemente no era su momento y es por eso que estamos en un momento histórico ya que estamos siendo conscientes de que tenemos elección y sobre todo estamos dispuestos a empezar a confiar en la vida y ser felices.

En el fondo, el miedo es un maestro cojonudo y hay que tratarlo como tal. Utilicemos el miedo, somos mucho más fuertes de lo que la voz en nuestra cabeza y de la sociedad nos quiere hacer creer.

Mucho ánimo y buen viaje.

EGP

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El miedo a la VIDA

Vivimos con un miedo constante a que la VIDA nos castigue pero, ¿quién se castiga en realidad?

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martes, 13 de marzo de 2018

La canción del niño en la tribu Himba

De todas las tribus africanas aún existentes, la Himba es la única que cuenta la fecha de nacimiento de los niños no a partir del día en que nacen o son concebidos sino desde el momento en que la madre decide tener el hijo. Cuando una mujer Himba decide tener un hijo, se aparta y se sienta bajo un árbol, con ella misma, y escucha hasta que logra oír la canción del niño que quiere venir. Una vez que ha escuchado la canción de este niño, regresa junto al hombre que será el padre y le enseña la canción. Cuando hacen el amor para concebir al niño físicamente, cantan la canción a modo de invitación. Cuando se queda embarazada, la madre enseña la canción del niño a las matronas y a las mujeres ancianas del poblado para que cuando el niño nazca, las mujeres ancianas y los nativos se reúnan a su alrededor y le canten su canción para darle la bienvenida. A medida que el niño crece, se enseña su canción al resto de habitantes del poblado. Si el niño se cae o se hace daño, alguien lo agarra y le canta su canción. O, quizás, cuando el niño hace algo maravilloso o pasa por los ritos de pubertad, las personas del poblado cantan su canción para honrar a su persona.

En la tribu Himba hay otra ocasión en la que se canta la “canción del niño”. Si un miembro de la tribu comete un crimen o hace algo que va en contra de las normas sociales de los Himba, los aldeanos lo llevan al centro del poblado y la comunidad forma un círculo a su alrededor. Acto seguido, le cantan su canción de nacimiento.

Los Himba ven la corrección no como un castigo, sino como un acto de amor y de recuerdo de la identidad. En el momento en que recuerdas tu propia canción, ya no tienes el deseo o la necesidad de hacer algo que pudiera herir a otro.
En el matrimonio, los cónyuges cantan las canciones juntos. Y finalmente, cuando la miembro de la tribu Himba está tumbada en su cama, preparada para morir, todos los aldeanos que conocen su canción acuden y la cantan por última vez.


Seamos auténticos, siempre

Desde Zurich, Suiza, me doy cuenta de que una de las cosas que más me cuesta o nos cuesta es algo tan simple y sencillo como ser reales, ser nosotros mismos ante los demás y actuar de acuerdo con cómo realmente nos estamos sintiendo. Sería tan bello que en cada instante, en cada situación, en cada lugar hiciésemos aquello que verdaderamente sentimos, lo que nuestro corazón nos dicta olvidándonos de los posibles juicios del otro, de querer agradar, del miedo al fracaso, del miedo a destacar, de la duda y de tantos impedimentos mentales que nos ciegan y nos limitan. ¡Son solo pensamientos! Y de hecho, cuando nos atrevemos a hacer lo que realmente nos apetece, si miedo, nos damos cuenta de que la reacción del otro en ningún caso se corresponde exactamente con lo que esperábamos. Por suerte no somos adivinos ni podemos leer las mentes y si pudiéramos ¡qué más daría!
Escuchémonos y seamos auténticos, siempre.

Escrito el 26 de febrero de 2018